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Contrapunto entre tu boca y la mía. Parte 3.

Mi mano no deja de temblar y el papel se apodera de la atención de la iglesia. Tenemos los ojos humedecidos, el rímel se corrió; dejaste la vara muy alta. Pero a mí no me importa qué sentirán los otros, me importa qué sentirás tú. Tomo aire con pesadez, te miro. Tu sonrisa brillante, siempre tan contagiosa, me devuelve la seguridad.


«Llevábamos saliendo un mes y medio. Era una salida como cualquiera, un parque de diversiones. Tantas veces habíamos ido.

En el aire había algo diferente, me sentía distinta y, parada frente al espejo, noté que todo estaba un poco más reluciente. Llegaste en hora, como siempre. Yo creí que estaba lista, abrí la puerta con más ánimo de lo usual. Tu sonrisa era más brillante, quizá la mía también.

—Hola —saludaste, sin cambiar la expresión—, ¿lista?

Estoy segura de que todavía asentía cuando bajé el escalón, antes de volver a subir.

—No —reí, abriendo una vez más la puerta.

Imaginé que no estabas sorprendido, siempre sucedía. El celular, el dinero, el mate.

Incluso las llaves.

Pero me remonté a la tercera salida, y la inseguridad me envolvió de nuevo. Dudé antes de seguir buscando lo olvidado, dudé tanto que olvidé qué era. Me asaltaron los nervios, y el repiqueteo de tus manos contra el marco de la puerta se volvió amenazante. Recuerdo que respiré profundamente, y esperé.

Con el recuerdo se disiparon los nervios, la inseguridad se agazapó, expectante. La sentía viajar por las venas, lista para regresar.

Me asomé con una sonrisa, insegura, opaca. Pero juro que al ver la tuya, todo se iluminó.

Tamborileaste dos veces más, como haces cuando piensas qué decir.

—¿Lista?

—Ahora sí —respondí, agitando el teléfono frente a tus ojos.

Me regalaste una sonrisa de lado e ingresamos al auto al unísono. Dejaste caer tu cuerpo con pesadez, parecías cansado. Recostaste tu cabeza en el asiento con los ojos cerrados. Temí que fuera mi presencia y esperé tu siguiente gesto. Tus pecas resaltaban más que en otras ocasiones. Te giraste a verme, y una sonrisa destelló en tu rostro. Los miedos se esfumaron, la inseguridad se ahogó...».


 

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